Exhausta, abrazada al vacío de su cuerpo le susurró al oído:
- Sé que ella ha estado aquí, que este verano la trajiste a casa.
Él, tras unos segundos de silencio en los que la duda ponía de manifiesto la verdad, lo negó.
Ella masculló: “La oruga arruina el bosque, el orín, el hierro, la mentira, el alma”, y dejó que Chéjov la condujera al sueño.
jueves, 14 de octubre de 2010
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